La caja-espejo tonta
Acabo de llegar de mis clases de doctorado. Siempre me traigo a casa unas cuantas ideas de esas a las que te quedas dándole vueltas. Como el curso de hoy era sobre Internet, hemos hablado de la tele. Es que en el de tele hablamos de política... a ver cuándo llega el de política que hablemos de Internet. A lo que iba, últimamente me estoy aficionando a ver el lado sociológico de los medios, al fin y al cabo toda esa "masa" que hay detrás, sigue siendo gente con sus sentimientos y su forma de pensar y comportarse. El caso es que me asalta una duda que ni los más resueltos en la materia alcanzan a resolver. ¿Los programas de televisión son reflejo de la sociedad o la sociedad es un reflejo de los programas de televisión? Después de algunos años en este 'bussines' aún no sé si la televisión emula lo que ve en las calles o la gente de las calles mimetiza lo que ve en televisión. Hay opiniones y tendencias para todos los gustos, pero lo cierto es que nadie es capaz de despejar la incógnita. A mí sinceramente me inquieta porque si realmente la sociedad fuera reflejo de la televisión, muchas de las plagas de nuestro siglo tendrían remedio, si es que alguien se lo quisiera poner. Otra de las cosas a las que le vengo dando vueltas es al tema de la llamada 'telebasura', muy en relación con lo expuesto anteriormente (ponen 'El Tomate' porque se ve o se ve 'El Tomate' porque lo ponen...). Hace unos días mi concepción del tema cambió de raíz tras leer un libro de Gustavo Bueno, filósofo de los medios que se hizo famoso por aparecer en las tertulias del programa Gran Hermano. El 'Bueno' de Gustavo realiza una comparación entre la basura y la telebasura. Viene a decir algo así como que "los pobres se comen la basura de los ricos". Entiéndase en esta metáfora la riqueza y la pobreza como opulencia de intelecto, además de lo propiamente alimenticio. Lo que viene a representar es que esos programas son una manera de alimentar al ciudadano más ignorante ya que el intelectual jamás se "comería" esos contenidos. Pues visto así tampoco me parece mal. El intelectual siempre encontrará otra manera de llenar el vacío que la tele le deja, estimulando su inquietud con otros menesteres. Pero esta acción, como todas, trae su consecuencia: al final cada uno acaba en una punta de la casa consumiendo lo que quiere y cada vez hay menos familias juntas en el salón viendo la televisión.
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